viernes, octubre 16, 2009

Inercia

Felipe Parra
Y no habían pasado más de quince minutos desde que dejó la alarma programada para un cuarto para las seis, cuando el chillón repiqueteo del aparato lo obligaba a levantarse. El insomnio le había ganado la partida nuevamente
Sin ganas, se puso en marcha y en menos de una hora ya estaba embarcado en el buque de lata con ruedas que lo llevaba a su destino, no de aquel destino ontológico y filosófico, sino más bien sólo a su trabajo.
El sol se levantaba fuerte en Octubre y los raídos lentes de sol que portaba, no le otorgaban protección que sirviera ante la magnitud de su peor enemigo, el astro rey. La gente en el vehículo portaba un rostro, no menos deprimente que el de él, mujeres ojerosas, niñas durmientes, ancianos despiertos y hombres, como ovejas embarcados junto a él, sin siquiera saber el nombre del de al lado, sin importar que compartían el microbús desde hace ya cinco años, por lo menos.
No estaba atrasado, como de costumbre, pero su ardiente impaciencia de siempre lo hacía subir las escaleras raudamente, hasta llegar al quinto piso, claustro que lo mantendría preso por el resto del día. La oficina, solitaria, carente de luces encendidas, ordenada aun, virgen de hombres y mujeres que moviesen una hoja o que desordenaran una silla. Claro, aun quedaban treinta minutos para que llegase, tan sólo la primera persona, el conserje.
Encendió una a una las luces de los pequeños cubículos que aderezaban la pastel habitación. Siempre había querido hacer eso, pero la inercia de los días que pasaban uno a uno como salidos de la copiadora de junto a su escritorio lo hacía hacer siempre, lo de siempre Luego se tumbó en su incomoda silla y tomó el teléfono, sin ganas de marcarle a nadie, era esa misma inercia que lo hizo levantarse, la que dominaba su actuar hasta por lo menos las 10.
El día era hermoso. Pero él estaba condenado a estar el día completo ordenando papeles y sacando cuentas. No podía pedir más, era la vida que había decidido vivir desde ya treinta y nueve años. Años que mañana serían cuatro décadas completas.
La vida allá afuera era demasiado bella para ser narrada desde estas cuatro paredes, por lo que él se levantó decidido. Tomó unas carpetas de su escritorio y se puso a trabajar. Completó siete formularios en un poco rato, dejándolos en el costado, frente a la copiadora. Ya casi llegaba el conserje.
Sonrió apaciblemente, mientras miraba el reloj a punto de sonar. Este, un poco más alegre que el del velador de su casa, sonaba sólo a las nueve treinta y a las seis, con un chirrido alegre, asimétrico. Un real despertador.
Y así lo era, al fin las cicatrices del insomnio habían cerrado por completo. Veía tan claramente las cosas que la luz ya no lo cegaba, más bien era la perfecta bendición matutina, como siempre debió ser. Encendió la cafetera y se sentó entre las persianas y la puerta, aguardando el tic tac del reloj.
El conserje venía atrasado, como de costumbre. Él lo sabía muy bien, conocía las rutinas de todos y cada uno de los individuos que vendían seguros tal como él, incluido el conserje y la preciosa chica que vendía los almuerzos a las una y media de la tarde. No era psicopatía, era empatía, le interesaba saber cómo estaba el que compartía espacio con él, le importaba que a la secretaria del cuarto piso se le haya muerto el esposo, que la de contabilidad tenía un romance con el jefe, que su compañero de oficina era homosexual y no se lo había contado aun a su mujer y muchas cosas más.
Entonces, sabía lo que venía. Sólo faltaba que sucediera.
El anciano que se ocupaba del aseo recorría todos los pisos, verificando que esté todo ordenado y presto para que los yuppies de siempre, como él, comenzaran su jornada de papeleos y números que el conserje desconocía. Una vez lo vio en la hora de almuerzo hojeando a Dostoievsky, tumbado en una escalera, fumando un cigarro barato.
El hombre entró a la habitación en el preciso momento que el café anunciaba su ebullición. Él lo tomaba con ambas manos para sentir el calor quemando en sus yemas, ya no hacía frío, más bien lo hacía por su ya conocida inercia. El tipo del aseo no pudo ver la figura del casi cuarentón, sólo pudo ver sus ojos verdes cuando era empujado contra la ventana abierta de antemano. El hombre pudo sentir un envidiable viento frio en su cuerpo ingrávido en el aire durante los cinco pisos que antecedían una muerte segura. Y así lo era.
Él se ajustaba la corbata, le importaba lucir bien, sobre todas las cosas.
Miró desde arriba al viejo inerte, en el fondo del pavimento, rodeado de hormiguitas que se codeaban para mirar de manera morbosa a quien no supo aterrizar de manera correcta.
Si alguien le pregunta por qué lo empujó, él ya sabía la respuesta. Le echaría la culpa a la inercia, la bendita inercia.

sábado, agosto 08, 2009

Ruta Mar (última copa, tres botellas vacías )


Me fumaba un cigarrillo más, mientras miraba a Nora palidecer al ver mi estado. Mi puta triste, mi amiga del alma. Al lado de una estantería del comedor de la casa, se encontraba una vieja foto de tres estudiantes de arte, Nora, Ella y yo. Los tres amigos bohemios que en un otoño de hace mil años deambulaban ebrios y felices por las calles porteñas. Recuerdo felices de tiempos que quizás fueron la cumbre de mis días, cuando aun podía soñar algo que no fuese ella... pero su perfume y sus besos me llamaban, me incitaban a cumplir la decisión tomada. - Acá tienes algo para tomar- dijo mi psiquiatra apócrifa, pasándome una botella de ron, la cual bebí largamente, sintiendo las gotas del licor de caña retorcer y acelerar los latidos de un corazón decidido, de un corazón desquiciado, un corazón que aun no había comprendido que había muerto junto con Ella. - Pásame la pala- ordené a Nora- con la mirada fija en la botella casi vacía -Mierda- exclamó la mujer- mal día parece, ¿Te sientes mal? -No querida, me siento de maravilla, sólo tengo sed, y no es de alcohol... es algo más... que sólo Ella entendería. Y no había más, sólo me quedaba tomar la pala apoyada en la pared y empezar a andar. No escuchaba la perorata de Nora, no sentía la lluvia cayendo inclemente sobre el tejado de mala calidad, ni veía la gotera manchar el piso de madera. Sólo escuchaba la voz de Ella en mi cabeza, llamándome, pidiéndome una última noche, noche que no rechazaría... la mujer de mi vida, eso era Ella, y mi vida se había ido al caño de los vómitos, ya no tenía pinturas ni retratos en la plaza Victoria, sólo tenía alcohol en la sangre y una mente perdida en las calles porteñas que siempre he recorrido, Mis Rutas por el Mar, lienzo que tanto le gustaba a Ella... La lluvia caía como el telón final de un teatro pobre. Los cerros anegados, las cascadas urbanas y la costa cubierta de viento... todo me entregaba la vista panorámica del cerro donde reposabas tu sueño... según Ella y su fe, un sueño pasajero. Casi me hacías creer en dios... como no creer en él, si te tenía en mi vida. Los bares me llamaban, desde la casa de Nora los conocía todos, el sutil aroma a tabaco y vino tinto me llamaba como endemoniado, pero no, ya sabía dónde iba, junto a ella, necesitaba verla una vez más, su aroma...

La eterna caminata fue interrumpida por una parada, una compra de las más extrañas nupcias que puedan conocerse: dos botellas de whisky y cigarrillos para el camino. Volvía a llover. Pero ya no me importaba, el calor del alcohol en la sangre y de mi larga caminata a Playa Ancha, me hacían olvidar por completo el frío de la noche, mi pierna destrozada y mi cuerpo empapado en lluvia y sangre.
Barrio puerto. Ni un alma por las calles más oscuras de esta ciudad indolente. Mi cuerpo empapado no sentía frio, es más, no sentía nada desde hace unas pocas horas... no, que digo horas, creo que ya son meses... pero no, ahora sentía este ardor. Era patético notar que volvía a vivir sólo en el ímpetu de estar con ella- carajo, mi pierna.
Y caigo. Iniciando lo vertical de la veintiuno de mayo caigo, mi pierna arde como hielo hirviente, el alcohol en mi sangre ya no detiene el dolor... el dolor. Recordaba cuando en este mismo paseo vendí mi primer cuadro, un paisaje horrible de una calle del cerro alegre, con la cual estafé a un turista...
La pala era mi mejor muleta. Irónico pensar que en este cerro empezó todo, mis ideales revolucionarios, mi gusto por la pintura y el vino tinto... y para colmo de males una compañera de curso queriendo ordenar mi vida... bueno al menos Ella lo intentó. Y aquí estoy, mas desgraciado que nunca, intentado poner las cosas en su lugar, frente a frente con esa aula con vista al mar... ruta que tanto nos gustaba.
Paraba de llover, al menos en el exterior. Las primeras lágrimas brotaban de mis ojos, lágrimas que no escaparon cuando Ella se iba. Pagaba a largo plazo un duelo perdido entre tanta copa de whisky y cerveza.
La noche ya no helaba otra vez. El cementerio me recibía con un bendito silencio, que sólo un perro cojo agujereaba con uno que otro ladrido. La reja no fue problema, ya la había saltado una que otra vez en días mejores.
Las calles de esta urbe de pobres muertos y muertos pobres serpenteaban confundiéndome. Di unas vueltas inconexas sin saber hacia dónde, sólo la botella de whisky era mi farol... mi brújula.
Me mareaba. El alcohol subía a mi cabeza y me desplomaba-nuevamente- Y mi mareo se transformaba en arcadas, y mis arcadas y en regurgitadas violentas sobre la tumba de algún pobre diablo... o del mismo diablo, quien carajo sabía.
Y ahí las imágenes y sonido comenzaron a difuminarse entre el presente y lo que pudo ser un pasado. Estaba Ella, Nora, y uno que otro amigote pasajero... era el bar, nuestro refugio... nuestro hogar... nuestro motel más barato; y Nora la puta más deseada.
El arcoíris de bilis gástrica cesaba. Mis ojos podían ver de nuevo y de entre la sombra de una noche nublada veía la verdad, que estaba realmente solo. No de esa soledad poética, como leí en algún poema de Pedro Lastra... no era la soledad más agria, como el sabor de mi boca, soledad que ni mil botellas ni mil rutas por el mar podían aplacar. Mi vida tenía un norte, una lápida, un nombre y apellido... Ella.
La pala era para algo, aparte de asistir a mi pierna destrozada. Era para cavar.
Palada tras palada, cada una más frenética que la anterior, sentía que su perfume ya se asomaba por el campo santo, que sus labios de rojo eterno pasearían por mi cuello, que su voz...
Llegaba a ella. Comenzaba a llover de nuevo. Con más fuerza, con más ira, con más desesperación. Ad hoc.
La tierra mojada se empantanaba, la pala ya era el cucharón de un caldo de mierda sobre el cuerpo de ella. Boté la herramienta y empecé a escarbar con las manos. Las mismas manos que tantas veces la plasmaron desnuda en el lienzo inocente.
La lluvia caía como telón de fondo... sobre mí, sobre ella. Y ahí estaba, al fin junto a mí, encerrada en un caoba, pero junto a mí, ahora por siempre.
Con el lodo hasta la cintura, sentía como Ella me llamaba desde dentro del féretro, como su dulce y fuerte voz se mezclaba con el agrio sentir de mi paladar. Comencé a gritar su nombre como un loco, enajenado perdía mis uñas al tratar de entrar a su prisión de madera... pero no, ya no estaba intentando entrar, ya estaba dentro, rasguñaba las paredes por inercia, pero no, ya estaba con ella.
Sentía el sofoco del poco espacio entre los dos. Al fin estaba con ella. Dentro de su tumba sentía que por fin estaba vivo. Irónico.
Mi voz se cortaba entre el poco aire que me quedaba, alcanzaba a decir su nombre por última vez, de tomar de entre lo oscuro del féretro la botella de whisky, le di el más largo de los sorbos, como el más largo de los besos.
Prendí el encendedor que Nora me había obsequiado y pude ver su rostro. Desfigurado y no por ello hermoso. La necrosis y las larvas hacían su trabajo natural, pero aun así la abrazaba. Su cuerpo seco y descompuesto era lo único que me quedaba. Ya no más bares. Ya no más vagar y beber, vagar y beber.
Quizás así acabaría mis rutas por el mar.



lunes, julio 20, 2009

Ruta Mar (cuarta copa, segunda botella)

El agua había perdido su tibiez ya hace diez minutos y mi rostro empapado de jabón y restos de mi barba comenzaban el escozor típico tras la afeitada. No lo hacía hace dos meses y mi rostro se había cubierto casi por completo con mi barba. Afeitado me veía más joven, así lo decía ella.
Diez de la noche. Y congelaba como un demonio, la brisa porteña, esta poética brisa porteña no significaba más que el agravamiento de mi tos. Pero así lo era, mi vida licenciosa- en voz de Nora- era la culpable de muchos de mis males, enrostrados en la realidad que no vivía un día sin una copa. Las mujeres en mi vida siempre tenían la razón, Nora y Ella. Mi amiga de la vida y la mujer de mi vida.
Bajé caminando como de costumbre, con la sensación de haberme sacado diez años de encima. Sentía el rostro tan malditamente limpio como en los días cuando intenté estudiar arte, en otro cerro frente al mar. Pero no, ya no era el mismo ingenuo lleno de ilusiones de grandeza. La pequeñez de la agonía de estos días incitaba esta locura... ella, algo quería.
La cerca ya no tenía arreglo- hum- la tuvo cuando ella aun vivía. Pero estaba seguro de que no era la cerca y que me afeitara lo que Ella quería.
La cuarta copa en el mismo bar de siempre. Rutina, nada más que la asquerosa rutina que he llevado desde que ella se fue. La de siempre, la salvedad era que Nora no estaría, Aquiles tenía gripe. Al menos en su hijo ella podía perdurar. Con el tiempo, me volvería canoso y esta tos de seguro desembocaría en un cáncer, para acabar muriendo solo, sin ningún parroquiano que se tome un último trago en ese bar del ocaso. Sin Ella.
De pronto, el viento golpeó con furia la ventana, abriéndola, dejando entrar un gélido ventarrón que derramo mi vaso sobre la barra. Una fuerte tos me vino, un ahogo endemoniado que me arrojó al suelo, frente a la indiferencia del resto de ebrios del lugar.
Entre mis tos, escupí sangre. Roja, espesa- demasiado espesa- la que empapo mi camisa y el suelo de madera roída. Mi boca sabía a ratas, mi aspecto era más deplorable que de costumbre.
-No me equivocaba con lo del cáncer- musité al notar que entre el charco de sangre había escupido algo más.
Era una medalla de la virgen, de Ella. Y esta vez estaba completamente seguro de que no era una jodida alucinación propia del alcohol haciendo estragos en mi sangre, esta sangre.
A patadas el dueño del bar me lanzó fuera, como un borracho más, al borde de un coma etílico. Llovía.
La lluvia caía gruesa, con furia. Entre el tupido velo de agua veía un silueta, una silueta a color, la de Ella. Conocía su silueta de memoria... su perfume, aroma que me había acompañado en las últimas semanas y ahora... estaba allí, aquí, sabía que no estaba loco, no lo estaba; sabía que no estaba borracho, no lo estaba.
Me acerqué con violencia a la silueta de Ella, con violencia tal que la empujé hacia el suelo. La besé con un frenesí inédito en mí. Era la pintura que mi lienzo estaba buscando, la de sus rojos labios.
Sin darme cuenta, rodamos hasta el borde de una quebrada, cayendo por ella. Sintiendo las piedras punzantes rasgar mi piel y la de Ella, comprobaba que era ella, tan bella.
Golpe tras golpe, acabé en el suelo, sangrante, feliz. Había estado con ella por última vez.
Sentía mi vista nublada, la lluvia cesaba. La silueta desaparecía, pero en mi puño conservaba un jirón de su cabello... y su medallita de la virgen.
Me levanté como pude. De seguro me había quebrado uno que otro hueso. Pero para esto estaba hecho, para vagar y beber, vagar y beber. De seguro había perdido el juicio, o mejor aún, ya había muerto y podría estar con ella, hasta que la muerte nos separe....
Sabía dónde estaba. Cerca del cuarto que arrendaba Nora.
La pierna me dolía como un demonio, apenas podía arrastrarla. No sé cómo podía moverme pero estaba llegando
-¡Por Dios, qué te pasó!-gritó Nora espantada al ver mi aspecto. No la culpo, no lucía mi mejor momento, sin contar mi pierna en su extraña posición. Dolía demasiado
Me tumbé en el sillón rojo del centro de la habitación, manchándolo de sangre y lluvia. Ella me quería cerca, de otra manera no me habría buscado. Sus zapatos, su perfume, su silueta...
Si alguien me escuchara... seguramente me olerían y sentirían lo borracho que debo estar-hum- pero era verdad, la silueta que abracé, el perfume que sentí, los labios pintados rojo que besé, eran tan real como yo, como Nora...
Y de nuevo la tos, la sangre y de nuevo la lluvia. Sentía el cuerpo molido, pero no podía dormirme, tenía que verla. Tenía que comprobar con mis propios ojos que ella ya no estaba aquí, tenía que saber lo que Ella quería decirme, debía. Se lo debía.
-Nora-dije
-¿Sí corazón?-respondió tratando de limpiar la sangre que escupía junto con mis dientes, estropeando su sillón
Ya sabía qué hacer
-¿Tienes una pala?-

sábado, julio 11, 2009

Ruta Mar (tercera copa)

Y allí me veía nuevamente, sentado en la barra del bar de costumbre, con Nora contándome sus desventuras y atracones varios en medio de la oscuridad de la noche. Ella lucía deprimida, su semblante no me incitaba a nada más que invitarla otra copa.
La densa niebla del humo de cigarro enturbiaba mi vista, pero de entre ese estupor aún se podían distinguir los rostros. Nora ya no era muy joven, pero se mantenía audaz en lo que ella sabía hacer mejor, era una... digamos una experta en la materia, sin contar las miles de veces que posó para mí, eso claro, acabó cunado la conocí a ella. Perdón, a ELLA.
Habían pasado dos semanas desde que la he estado sintiendo cerca, su piel, sus ojos, su perfume, disipado entre los antros y tugurios de este puerto lleno de bohemia y agonía. Había cabalgado-a pie-bar tras bar, para saber si realmente me había vuelto completamente loco, o si sólo era la expresión alcoholizada de una mente tan acribillada por el placer de ayer.
Y en esas encontré a Nora.
Me había acompañado desde siempre. Más que una amante recurrente era mi psiquiatra, cuyas únicas recetas consistían en copa tras copa. Pero así era ella. Festividad externa, funeral por dentro, vivía la vida hasta el límite, hasta el nacer de Aquiles, su hijo, cuyo nombre había elegido yo, tras intentar pintar un cuadro que nunca me gustó.
- ¿Y no has pintado?- pregunta ella, respondido por un gesto de ironía y tristeza de mi parte. Era un no rotundo, uno con ganas.
Porque no he pintado, interesante pregunta. Quizás porque no tengo dinero para pintura y lienzos, pero no, esa no era la razón. Desde que deje de sentir la piel de ella, me he vuelto un completo neardental, un simio danzante que lo único que sabe hacer es vagar y beber, vagar y beber, vagar y beber...
Y ahí volvemos a la razón de mis problemas. Ella. No Nora, ella sólo era un personaje más en el variopinto escenario de esta sucia ciudad. Nora me acompañaba en mis rutas por el mar, era tal como yo. Imperfecto, desganado, sin dinero- sobre todo sin dinero- y más que cualquier epíteto que nos podamos dar, compartíamos el dolor de haber perdido a alguien. Yo, a mi diosa, la mujer perfecta, y Nora, a su hermana. La misma persona, ella.
Ansiosa por otro trago, Nora salió a conseguirse dinero, como sólo ella sabía hacerlo- eso es lo que me gusta de mi puta triste-.Mientras, sumido en el estupor de alcohol y humo, alguien me llama, dice mi nombre con una voz que no se olvida, una voz familiar.
No puedo ver nada, pero sin hacerlo mi piel ya lo sabe todo. Esa voz, sutil pero sugerente, ese perfume, que se contrasta con el humo de tabaco. Unos labios pintados de rojo se posaron en mi cuello. Sin duda era ella.
Se toma un trago a mi lado, me habla de la canción de Luis Miguel que tanto le gusta, me dice que debería afeitarme, que pinte algo, que arregle la cerca...
Embobado en su discurso y perfume, no dije nada. Mi rostro delataba placer, sin duda era ella y la quería cerca, como antes. Estiré mis brazos para estrecharla, pero no la alcanzaba. Me estiré un poco más y sólo conseguí irme de bruces contra el suelo, azotando mi delirante humanidad contra las tablas apolilladas del suelo.
Me levanté casi saltando, pero ya no había humo, ya no había voz, ya no había perfume. Ya no estaba Ella.
Nora, se me acercó con dos copas de whisky, algo desgreñada y con el maquillaje puesto a la rápida. Me entregó el vaso con ternura, una de hermana.
-¿Viste un fantasma?- preguntó arreglándose el pronunciado escote de su blusa.
- Un fantasma Nora, claro que sí, un fantasma- respondí, bebiendo de mi copa, sintiendo algo en mi cuello, una mancha en mi camisa. Lápiz labial, rojo, intenso. El de ella.

domingo, julio 05, 2009

Ruta Mar (segunda copa)

El mullido pasto, la fría luna... contrastaban al alcohol en mi sangre, provocando una sensación de tibiez vomitiva, pero que al menos me devolvía el sano juicio, el poco que queda.
Y me vi allí, rodeado de adolescentes ebrios, esperando la salida del sol, signo que les diera fin a sus desenfrenadas noches de juerga. Me sentí desacomodado al darme cuenta adonde me llevó mi loca carrera- la seguí por tres horas- hasta darme cuenta que por más que se le parecía, no era ella, no.
Mi mente me seguí jugando chueco. Y no es que yo sea de jugar muy limpio que digamos, pero estaba harto ya, de que cada vez que saliera a tomarme un trago, la viera... sintiera su perfume, su presencia. El "delirium tremens en su apogeo", como dijo mi psiquiatra, en la ultima sesión, sesión que todas las anteriores, sólo me daban muestra patente de cuan demente y dependiente a los fármacos me hacía a medida que pasaban los años.
Comencé el camino de vuelta cuando el sol ya clareaba. La sensación purpura en mis ojos lagañosos provocaba algo de dolor. El sol y su inclemente fuerza cegaban mi andar, haciéndome rebotar por las paredes de la estrecha escalera que me llevaba a lo que yo llamaba hogar.
-Camine hasta tropezar-
Al notar con qué había tropezado, vi que era un zapato de mujer, taco fino, rojo... de sinuosas formas y recuerdos. Recuerdos de ella, obviamente.
La imagen de verme caminar con un zapato de mujer en la mano era un tanto absurda, pero también lo era mi existir. Lo abúlico de mis días sin pintar nada nuevo, hacían que mi cartel de pintor sólo fuera eso, un cartel. Esta pseudo-depresion me tenía mal, ojeroso, despistado -sin una trozo de hígado- pero sobre todo, estas últimas semanas habían sido en extremo raras, asunto que me tenía más confundido que de costumbre.
Dormí la resaca durante catorce horas. Mi boca sabía a rayos y mi cabeza dolía como demonio, juntando esto con un estomago inclemente, me tenían como una bestia de circo: hambreada y rabiosa.
-Que extraño- me dije irónicamente, tras notar que no había nada en la alacena ni en el refrigerador. Probablemente acabe en la plaza Victoria comiéndome un completo, para terminar de llenar de mierda mi estomago en algún localzuelo de cuarta.
No, no quería que este día (noche) fuera como todos, necesitaba algo diferente, necesitaba comprobar cuan desquiciado estaba, y si podía pasar al menos un día sin verla, en cada fémina que zarandee por el puerto. Así que tome algunas pastillas de un frasco, di un sorbo de cerveza desvanecida y partí. Quizás hoy sea diferente.- Lo más probable es que estés equivocado- sentencie, junto con un portazo tal, que botó el cuadro de recién casados.
Miré desde lejos este jodido puerto, mi cuna de bacanales, putas, ebrios, choros, poetas, travestis e indefinidos, sintiendo como el aire, la brisa marina se mezclaba con un perfume, ese perfume que tantas veces había comenzado mis carreras. Pero esta vez, sólo estaba solo.
A mis pies encontré el otro zapato, junto con la cruel noticia que mi ebria condición de ayer, no había notado. Eran de ella, los mismos con los que la había sepultado.

lunes, junio 29, 2009

Ruta Mar (Primera copa)

Siento el pasar del tiempo como cuchilla en mi océano. Tu voz callada como un tempano que ya no me llama, porque claro, solo eres una fotografía
Más, esta tos de tabaco me mata lentamente. Mil jarabes auto medicados y mezclados con whisky no han surtido mas efecto que embriagarme, y darme excusa suficiente para irme de juerga con algún parroquiano de algún antro turbio de este puerto, a veces dulce, a veces salado. Depende de que tan cerca de mar, en mi cabeza.
Responsabilidad, eso tu eres. Y mi gato sólo me mira con esa expresión -Iluso- en sus ojos, como queriendome decir que sólo gasto el tiempo en encontrar a quien me arrebató lo único que me hacia sentir persona y no el monstruo que ahora soy. O quizás, sólo quiere algo de comida.
El farol de afuera no funciona. La calle treinta y tres se sume en la más sórdida oscuridad. A esta altura del invierno el frió hiela los huesos del más robusto hombre; yo sin ser uno de ellos, me congelo en el pasado, en el invierno, en el olvido.
Camino vagamente, bajando el cerro. Dibujando mi estela de auto averiado por los adoquines y veredas de lo que es ya el plan porteño. Busco mi bar de costumbre- ahí está- pienso, como recordando que es el único sitio donde aun recuerdan mi nombre, mis letras, y de lo que fue aquel libro que alcancé a publicar, sin pena ni gloria. Que mas da, sólo es un bar.
Bebí lánguida y furiosamente durante varias horas, hasta sentir mi cabeza sulfurante y su recuerdo congelándome el alma; hasta que sentí un perfume entre el licor y tabaco. Era ella.
Aunque no podía ser ella. Estaba muerta y así la amo, aunque nadie pueda entenderlo, pero mis ojos no me engañaban- el alcoholizado cerebro quizás- pero era su dulce y penetrante mirada y sus mismos labios sutiles que alguna vez besé. Hasta que ese fatídico día llegó.
La seguí por varias horas, sin alcanzarla, hasta que tomo un taxi y se perdió serpenteando rumbo hacia quizás Viña.
Quizás mañana tenga más suerte.

viernes, febrero 13, 2009

Háblame


Lunes, 22 de septiembre de 2008 a las 1:02

Háblame, con tu tez dormida háblame. Si tu voz no es necia sino activa, pues háblame. Deja que no sea masa inerte lo que me dijiste ayer, cuando corrías por prados en tu mente. Como siempre lo has hecho.Somos lo mismo de siempre pero hemos cambiado, las manos, los pies, los besos, el sexo. Ya todo es diferente. Ya no se siente ese mismo candor eterno, ni esa efímera fragilidad que tanto amaba.
Y de la que tanto he escrito.
Se que vives en mis sueños, en mi cabeza. Eres la prueba indescifrable de que aun existo, que lo hago como res al matadero, esperando día a día que seas mía. Eres mi muerte. Era delicioso pensar que no existías, y dejar todo a la imaginación. Pero como de rutina estaba equivocado. Tú existías.
Viviste un par de décadas en mi cabeza. Hasta que en un andurrial de espanto te encontré. Me hallaba como el niño que encuentra a su madre luego de haber estado perdido. Me aferraba a tus faldas, anhelando quitarlas.Y fue así, enfermizo y decadente, como me gustan los romances.Pero no fue eterno. La efimeridad de los besos que ya no eran de falsedades, sino de carne y hueso no duraron para siempre. Un fatídico día dijiste ya no más, y ahí es cuando empezó lo enfermizo de este pretérito.
Te busqué como aquel niño de antes. Más, las barbas y la pena habían crecido bastante. Ya era un hombre, y no estaba para búsquedas desesperadas ni para esperas pacientes, estaba para la acción.
Me enredé entre otras faldas inocentes buscando cobijo y saciedad. Pero solo me encontré con un triste desfile de cuerpos de deseo marchitos. En los que volqué toda la ira y lujuria que llevaba escondida. Lo único que conseguí fue marchitar rosales que pudieron haber servido para embellecer está cansada ciudad.¿No me hablas?, claro estas dormida, quizás para siempre, quizás por un rato, pero duermes. Dicen que la única manera de hacer eterna la efímera belleza de tu cuerpo era dormida. Y yo lo creo así.¿Duermes?, quizás en tus sueños no esté yo para atormentarte con un amor que no fue, que se quedo en fugaces lujurias y repentinos flechazos de odio, de un Cupido ojeroso, con olor a tabaco y manchas de vino tinto en una camisa, que alguna vez fue blanca.Háblame, siento miedo. Háblame, y déjame recostarme en tu falda por última vez, esperando que la sangre de tu vientre no ensucie más mis manos, por lo menos hasta que llegue alguien.
Háblame y dime tantas cosas que siempre quise saber. Pero no, estás callada, nuevamente eres el susurro en mi cabeza, ese que me recuerda que acribille con esta navaja mi única ventana de libertad.Y sí. Esto acaba como siempre. Contigo muerta, desangrada, dormida, malditamente bella. Y yo acá, a tu lado, sufriendo de esta enfermedad terminal que se llama vida, cuyo día de muerte solo tú sabes.
Quizás por eso no me quieres hablar.

martes, febrero 03, 2009

Hasta que la muerte los separe

(Anthony Beale)
30 minutos. Ya habían pasado 30 minutos, y el tipo seguía allí. Sentado a los pies de la catedral, se dio cuenta de lo lúgubre que esta se veía de noche. El hombre, de unos 30 años, tenía un aspecto desgarbado; la barba de varios días, el inconfundible aroma de quien ha ahogado sus penas en alcohol, el pelo desordenado, y el aspecto nervioso.Intentó prender un cigarrillo, pero su mano temblaba demasiado. Desistió.¨Mi vida se está convirtiendo en una mierda¨ pensó con amargura.¨Desde ese día, mi vida se fue a pique. Una mierda¨Cerró los ojos, revivió los recuerdos del accidente.Las mismas visiones que tenía cada vez que cerraba los ojos.¨Debí haber sido yo ¿por q no fui yo?¨ Se sacudió la cabeza ¨Eso no importa, es parte del pasado. Debo olvidarlo¨. Entonces se levantó de golpe ¡Por dios! ¡Ya habían pasado 10 años!- Karen... oh, Karen, como te extrañoHabía sido una mañana como cualquier otra...Cuando Matías despertó, lo primero que vio fue a su mujer, vestida con una fina y ceñida bata de satén, que dejaba entrever sus formas femeninas. Desde el balcón del departamento, miraba el tráfico matutino.-¿Qué pasa, cariño?- ¡Oh! Nada... solo... quería respirar un poco, es todo- Hm... ¿Crees que soy muy asfixiante?Karen le sonrió con cariño.- No seas tonto - se acercó y le echó los brazos al cuello- Me gusta que me asfixies- ¿Ah, si? - Matías le dio un tierno beso- Claro- respondió ella, separándose- Me gusta la manera en que nos proteges a mi y a Franco. Supongo que por eso me enamoré de ti.Matías sonrió al pensar en Franco, su hijo de un año de edad, que dormía en la pieza de al lado. Luego se puso serio.-Te noto rara esta mañana. ¿Pasa algo?- No, claro que no- No mientas. Conozco esa cara- Bueno- ella sonrió con indulgencia- No sé. Siento como si algo fuera a pasar.Matías le dio un beso- Tranquila. No dejaré que te pase nada.Del beso al abrazo, del abrazo a las caricias, y terminaron haciendo el amor, como toda pareja joven, con dulzura, pasión y amor.Luego, jadeantes, permanecieron abrazados en su lecho, disfrutando su mutua compañía y felicidad.- Apaga ese cigarrillo. Sabes que me molesta...Karen hizo una mueca de ¨niña rebelde¨, y luego lanzó la colilla al basurero, fallando por medio metro.- El Basketball no es lo tuyo- Oh, cállate- respondió con su radiante sonrisaDespués de unos minutos, Matías se levantó-Tengo que irmeKaren agarró su brazo- Quédate un rato mas. Por favor- No puedo, ya voy retrasado. Las clases no se dan solas- 5 minutos más, solo 5 minutos más!!- Soy el profesor!! No puedo dejar a unos chicos de 3º grado solos por mucho tiempo... quien sabe que podrían hacer...- Está bien, vete- Pero oye.... Karen, no te eno...- NO ME DIGAS QUE NO ME ENOJE!! Cada mañana es lo mismo!!- ...- Solo vete, déjame sola, como siempre!!Matías se vistió rápidamente, musitando un fugaz ¨Te amo¨¨Vaya que está molesta¨ pensó ¨Espero que para la noche se le haya pasado... Mujeres!!¨En el salón de clases, siguió preocupado. Como sus alumnos estaban presentando una prueba, tuvo mucho tiempo para pensar. Al fin, decidió:¨Ok. La invitaré a cenar esta noche¨Ya mas tranquilo, concentró su atención en una pareja que parecía estar copiando.Matías salió tarde del trabajo. Ya había anochecido ¨Menudo momento para una reunión del consejo de profesores!!¨Se apresuró a su casa, pero en el camino le compró un ramo de rosas amarillas a su mujer. ¨Seguro que le gustarán¨, pensóA unas calles de su casa, se sorprendió de ver una muchedumbre agrupada en la acera. Con curiosidad, se acercó, dispuesto a investigar.A partir de entonces, sus recuerdos se hicieron nebulosos.La imágenes... la visión de Karen, arrollada por un conductor ebrio, inundaron su mente, y lo llevaron casi a un colapso.¨Fue mi culpa. Yo se lo prometí. ¨pensó, levantándose y mirando hacia la catedral... hacia la torre del relojSu suegra ganó la tutoría de su hijo Franco. La mitad de su declaración fue mentira. El jamás habría golpeado a Karen, ni había estado con otra mujer.Ya sin su hijo, se perdió en los vicios, perdió su empleo, y se hundió en el fango de la autocompasión.¨El resto es historia¨ Matías volvió a mirar al gótico templo que se imponía junto a él¨No me gusta este lugar,¨pensó,¨Por que me habrán citado aquí??¨- Y eso fue extraño- recordó. Una mujer que hablaba en susurros lo había llamado esa mañana, y le suplicó que fuera esa noche a esa Iglesia.¨Pero he esperado media hora y no ha pasado nada¨Aunque, a decir verdad, si lo hubiera partido un rayo, poco le habría importado.¨Había algo con esa voz. Me parecía familiar¨El reloj de la torre empezó a hacer sonar sus campanas. Doce campanadas.- Bueno- dijo en voz alta- me plantaron. Me largo de aquí¨Cuando habré empezado a hablar solo??¨Le dio la espalda al edificio, y bajó la húmeda e irregular escalinata.- Espera!- dijo una voz entre las sombrasMatías se volteó lentamente, paralizado y embrujado por ese llamado.Una silueta se le acercó a través de la penumbra. Una silueta de mujer- No... No puede ser...- balbuceó Matías- Tengo mucho que explicarte- No... Tu estas muerta!! Yo lo vi!! Vi tu funeral!!La imagen de Karen se alzaba frente a él. Estaba blanca como un cadáver, excepto por las mejillas, que mostraban un leve rubor. Su cabello tenía un tono extraño, casi espectral. Pero no había duda, era ella. Se veía casi igual que el día que murió.- Matías, todo este tiempo te he estado observando.... yo...- Tu estas muerta!!! Solo apareces en mis sueños!!- Lo que viste fue una farsa. Yo...- No!! Solo quieres atormentarme, seas quien seas!!- No Matías, soy yo, Karen!!- Ya entiendo!! Por fin me volví loco, y tu solo eres uno de los delirios de mi mente enfebrecida!!- No, escúchame..!!Pero no quería escuchar. Matías le dio la espalda, y comenzó a alejarse de la catedral. La idea del revólver en la sien, que ya había acariciado varias veces en su mente, se volvía más apetecible que nunca.- Matías!! - Gritó la chica- Si alguna vez me quisiste... si aún me amas... escucharás lo que vengo a decirte. Si ahora te vas... no volveré a molestarte, y no volverás a verme.Matías se detuvo. Karen solo podía ver su espalda, pero conocía lo suficiente a su hombre como para poder imaginar el terrible conflicto en su interior...Lentamente, Matías se volvió a mirar a su esposa. Y sucedió algo: los fantasmas de desesperación, que el mismo se había creado, desaparecieron. Algo en él estalló, y tras un segundo de indecisión, corrió hacia su mujer, y la abrazó con todas sus fuerzas, como si su vida dependiera de ello.Karen se sorprendió por la impulsiva reacción de su compañero, pero un instante después, sus brazos lo rodearon, y permanecieron en su pegajosa burbuja de amor, deseando que ese momento no acabara jamás. Pero la realidad se impuso. Matías sentía como el frío del cuerpo de su esposa se colaba a través de su ropa.- Estás helada. Vamos a donde estés mas tibia- dijo, separándose un poco.- Da igual. Ya no siento frío- musitó Karen, esquivando su mirada.Algo con la actitud de ella le desagradó profundamente a su interlocutor. Y otra emoción surgió en el pecho de Matías: la ira. Si su mujer estaba viva, por que no se había comunicado con él?Como leyéndole el pensamiento, Karen dijo, aún sin mirarlo:- Te estarás preguntando porque no te busqué antes...- Eso es lo que me pregunto, si- respondió el hombre, molesto- Me obligaron a no verte. Me lo prohibieron- Quién?- Boris... el hombre que me sacó de los escombros del auto.Matías se quedó atónito. Sintió como si el peso del mundo hubiera caído sobre sus hombros de improviso.- Es- estuviste todo este tiempo con otro hombre?- No!!- No??- preguntó el tipo, arqueando una ceja- Bueno, es decir, sí, pero no de la forma que crees..- Ah, si??- Matías seguía incrédulo-Pues explícate!!- Bien... - la mujer volvió a esquivar su mirada.- No puedes, verdad? Entonces...- Nos habíamos peleado esa mañana, recuerdas??Matías calló al instante, Karen había tocado la vieja llaga- Yo iba caminando por las calles. Había salido para despejarme. Pensaba ir al parque, a ver los payasos callejeros. O algo así. Y entonces...Karen se detuvo. Parecía estar conteniendo las ganas de llorar.La ira de Matías había cambiado por una gran ansiedad. Podía leer la cara de su amada, y sabía que lo que estaba confesando era muy difícil de expresar. Pero aún sentía ese frío inexplicable en el pecho... Karen, después de respirar profundamente unos segundos, continuó su relato- Después de eso, solo recuerda oscuridad. Sentí que alguien tiraba de mí. Me sacaban de los escombros, y me encontré tirada en el suelo, bañada en mi propia sangre. Y entonces...- Karen empezó a temblar-... entonces apareció Boris.Karen se veía muy preocupada. Volteó hacia la oscuridad, pero allí no había nadie. . Matías se acercó a ella, y le tomó la mano para calmarla. Estaba helada y húmeda, pero apreció el gesto, y continuó- El me dijo... me dijo que llevaba mucho tiempo observándome. Que pensaba que era hermosa, y no quería que me perdiera en el tiempo.Me dio a elegir entre la muerte y una vida maldita, regida por la oscuridad. Entre desaparecer de la existencia, y vivir apartada del resto de las personas.-Que dices? No entiendo de que hablas!En ese momento, Karen no aguantó mas, le dio la espalda y se puso a sollozar, apresurándose a secar sus lágrimas.Matías se dio cuenta de que le dolía ver a su mujer llorando por tener que darle explicaciones. Y se dio cuenta también de que no le importaba donde había estado, ni con quien, ni porque.Se dio cuenta de que la amaba más que a su vida, que no podía vivir sin ella, y que le bastaba con estar a su lado.Quería decir todo esto, pero las palabras se confundieron en su garganta.Repentinamente, su esposa le dio la cara, y Matías se petrificó...Un par de lágrimas corrían por el rostro blanco de Karen,... lo que resaltaba aún más el color rojo de ellas.¨Sus lagrimas son rojas como la...!!¨- Sangre!!- gritó Karen- Ya no me quedan lágrimas por derramar, solo sangre!! Sangre que corre por mis venas, que ni siquiera me pertenece!!Sangre de las personas a las que he tenido que asesinar para vivir!!Entiendes?!Puedo seguir viviendo después de muerta, pero solo existiendo en esta pálida sombra de vida!!¡¡Puedo seguir viva después de muerta por que soy un ...VAMPIRO!!¡No huyas de mí, por favor!!!- Y dicho esto, se lanzó a los brazos de Matías...Las sorpresas de esa noche de horror no terminaban, y Matías principiaba a entender esto. Karen sollozaba incontrolable en el pecho de su marido, quien no podía aún reaccionar. Solo dejaba que las sangrientas lágrimas de su esposa se derramaran en su chaqueta de tela barata.A medida que el hombre se acostumbraba al acre olor a sangre que ahora notaba, Karen se iba tranquilizando.Matías seguía inmóvil. No atinaba a corresponder el abrazo, ni a consolar a su esposa, ni a huir, ni a nada. Solo se sentía partido en dos. De pronto, reaccionó. Su mujer había tomado su cara entre sus gélidas manos, y él retrocedió al instante. Tal vez fue solo el frío, pero no pudo evitar imaginarse a su mujer mordiéndolo en el cuello.- Lo- lo siento- gimió Karen, retirando las manos rápidamente- No te preocupes... yo solo me asusté. Tus manos están heladas- MintióLa chica le sonrió. Le gustaba tanto esa sonrisa.... Era la misma sonrisa que le entregaba en sus sueños.... la misma que le dio el día en que le pidió compartir su vida con él...Por fin empezó a pensar claramente. ¨Mi mujer es un vampiro. Se alimenta de sangre de otros. Y puede vivir más que el común de la gente, quizás eternamente. Su piel es fría como la muerte, y sus lágrimas son de sangre. Eso es lo que sé, pero...¨- Karen, yo... no sé que decirte.- No me digas nada- susurró, acercándose- Solo quiero saber si me amas. Dime, me amas o no??El hombre titubeó al sentir el olor a sangre. Pero luego vio su sonrisa. Si, era ella, estaba viva!! Antes de darse cuenta, estaba gritando su confesión- Te amo!! No sabes cuanto!! Quiero volver a estar contigo! Quiero que seamos una familia otra vez, tu, yo y Franco!! Te he extrañado, tanto... tengo tanto que decirte... tantos días que no te he dicho lo que significas para mí... tantas noches en que no he dormido abrazado a tu cuerpo... tanto tiempo perdido!!! No perdamos mas tiempo!!Matías tomó a su mujer por los hombros. Su discurso lo había agitado, y su cara estaba ruborizada. Acercó su cara lentamente a la de ella... hasta que solo los separaban unos centímetros. Y se detuvo... aún estaba indeciso. Era una vampiro... Karen se ruborizó al sentir el aliento de su compañero en sus labios... y un escalofrío recorrió su cuerpo. Se acercó a él... quien no sentía la respiración, ni el corazón de su esposa. Solo sus ojos denotaban su pasión y profunda entrega. El pulso de Matías aumentaba. Karen cerró los ojos... y se entregó al beso de su marido, a la humedad de su lengua, al calor abrasador, que, como ser de la noche, no podía sentir de otra forma.Y así jugaron a reconocerse, a recordar el pasado, a ser todo y ser nada al mismo tiempo. Fue su amor. Fue el finCuando, por falta de aire, el beso se acabó, Karen permaneció abrazada al cuerpo de su compañero, sintiendo su calor y su pasión, embrujada por el torbellino de sensaciones y emociones. Pero Matías, después de un rato rodeado por esos gélidos brazos, logró aclarar sus ideas. - Vamos a casa. Aun hay tiempo para reconstruir nuestras vidas, a pesar de todo.- Ya es tarde...- Matías la miró extrañado- No te entiendo- Ya no somos marido y mujer. Ya no estamos casados.- Qué??Karen se mordió el labio inferior.- Mira... hicimos nuestros votos ¨hasta que la muerte nos separe¨, pero la muerte ya nos separó. Yo estoy muertaÉl hombre calló. Eso que importaba!! Tenían la posibilidad de estar juntos, y no la desperdiciaría. Pero se obligó a pensar sus argumentos.Es cierto.... ahí estaba, como una espina clavada en su corazón. Quería convencerse de que no importaba... pero no era así.Karen era una vampiro, un cadáver andante. Si estaban juntos, si convivían, si volvían a compartir el lecho... ¿no corría el riesgo de q se alimentara de su cuello?? El solo pensarlo lo aterró. Era su esposa, y la amaba, pero... era posible correr un riesgo así?? Pese a los años, la amaba lo suficiente??La confusión y la oscuridad atenazó su mente...- No te preocupes. No te esfuerces en pensar si no puedes.- Como es que puedes entender tan bien lo que pienso??- Pues... digamos que el ¨Abrazo¨ cambia la percepción del mundo de una persona, y la da ciertos poderes... sobrenaturales- ¨Abrazo¨??- Si, bueno, es así como le llamamos al momento cuando nos volvemos vampiros- Así que los vampiros tienen poderes sobrenaturales- Algo así. Gracias a eso, Boris modificó tus recuerdos, y por eso pensaste que estaba muerta. Tus recuerdos del accidente no son claros, verdad??Matías se sentó a reflexionar. Se le había ocurrido que si permanecía con alguien con semejante poder, a la larga terminaría muerto de forma horrible, tal vez en manos de ella, tal vez decrépito y anciano sosteniendo la mano de su amada inmortal. Lo claro es que moriría antes que ella. Karen estaba dispuesta a tanto??- Sabes?? - dijo esta- Había soñado muchas veces con este momento. Cada día, al cerrar los ojos y echarme a dormir, te imaginaba ahí, sentado donde estás, pensando en que hacer, imaginando un futuro imposible entre nosotros...- NO ES IMPOSIBLE!! - gritó Matías- Sí lo es. Tú eres mortal. Yo soy vampiro. No podemos vivir juntos... no podemos hacernos esto. Solo hay una forma, pero jamás... no, es imposibleY Matías entendió. Un mortal y n vampiro no podían estar juntos. Pero...-... pero si me convirtieras en vampiro... - Ni siquiera lo menciones!! - Ser vampiro es una maldición. Eres un animal nocturno, no puedes convivir con otros ni hacer una vida normal. Crees que has tenido sed?? Pues no es nada comparada con la sed de sangre!! Crees que has estado furioso?? Pues no es nada comparado con ¨la Bestia¨, el monstruo que todo vampiro lleva dentro, y que es la encarnación de todos los instintos animales!! Lo siento, pero no es, ni ha sido nunca condenarte a semejante vida!!- dijo finalmente, volteándoseMatías sonrió tiernamente- Mentirosa...Karen se volvió sorprendida, y su cara pareció romperse ante esa palabra y esa sonrisa- Yo... no...- No puedo leerte la mente, pero recuerdo que no eres capaz de mentir dándole la cara a alguien. Y recuerdo esa cara también.- No, yo...- Pero su marido la abrazó, y su voz se ahogó. Al sentir esos cálidos brazos rodeándola, la vampiro no pudo contenerse más, y estalló en llanto.- NO- no me hagas hacerte esto, te lo ruego- sollozó entre sanguinolentas lágrimas- Es claro que para eso me citaste aquí. Esperabas que renováramos nuestros votos permanentemente... esta catedral fue el lugar donde nos casamos-Karen comenzó a llorar con mas fuerza, ya sin poder contener las escarlatas gotas de líquido vital que recorrían sus mejillas.Y Matías, al abrazar a su mujer con más fuerza aún, selló su destino. Si tenía que morir para estar con la mujer que amaba... que así fuera...- Es- es cierto que lo pensé... pero de verdad, no quiero que te conviertas en algo tan repugnante como yo, Matías- Pues si todas las vampiresas son tan hermosas como tu, me será muy difícil serte fielKaren hizo un sonido extraño, mezcla entre una risa y un sollozo.- Por otro lado, me debes una ¡Mira, manchaste mi mejor chaqueta con sangre!!Su mujer volvió a reírse, esta vez mas alegremente- Pues de todas formas era una mierda de chaqueta si me lo preguntasAhora fue Matías quien le dedicó una carcajada. Pero luego se puso serio- Que hay de Franco??Karen negó con tristeza. Era obvio: no podía convertir en vampiro a un chico de 12 años- Pues entonces... que debo hacer para convertirme en vampiro??Su mujer le miró suplicante- Por favor!!- NO!!!- gritó Matías, dejando de contener sus sentimientos- NO!! Crees que voy a dejar que te vayas de nuevo!!!!? NO!!!! Prefiero morir mil veces!!!- Entonces le agarró los hombros y la sacudió con fuerza desmedida- Me llevarás a la oscuridad aunque tenga que obligarte, Karen!! TE AMO, MALDITA SEA!!!Su esposa se quedó atónita. Por fin había dejado de llorar. Ambos se miraron fijamente durante varios segundos- Está bien. Lo haré. Juntos, lo haremos.- Esa es mi chicaMatías soltó sus hombros lentamente, como temiendo que quisiera escapar. Pero ella acercó su cara a la de él, y le dio un cálido beso en los labios. - Aquí vamos...Y acercando lentamente los dientes al cuello de su marido lo mordió...La palpitante arteria de su cuello fue rota. Y la vampiro comenzó a beber de su carótida, mientras a Matías se le iba la vida con cada gota de tibia sangre que recorría la garganta de su mujer. Muy pronto, Matías ya no podía tenerse en pie, pero no por eso Karen soltó a su presa. Lo ayudó a arrodillarse, pero sin despegar la boca de su cuello.La vista del hombre ya se nublaba, sentía sus ojos pesados, los sonidos de la noche lejanos, y la oscuridad como una mortaja sobre él.Y entonces, Karen lamió su cuello, y la herida se cerró sin dejar más rastro que dos finas marcas blancas. Con un rápido movimiento de sus uñas, se hizo un profundo corte en la muñeca. La sangre comenzó a manar a borbotones de la rota arteria de la chica.- Bebe- susurróCasi sin darse cuenta, Matías bebió, entregándose a la oscuridad, y aferrándose en la desesperación a la vida. Su sangre y la de Karen circularían juntas por sus venas, pensaba, por fin volverían a estar juntos, esta vez para siempre, y...Ya no pudo pensar más. Se desplomó al suelo.- Matías!!- Gritó Karen- Que te pasa? Sigue bebiendo!! SIGUE BEBIENDO!!- Es inútil- dijo una voz a su espalda- Está muerto Karen se paralizó al escuchar esa voz. Profunda, dominante, casi hechizante.- Creíste, mi querida niña, que no me daría cuenta de lo que intentarías hacer?? Creíste poder engañarme a mi, que te conozco mejor que nadie??' Creíste, por casualidad, que podías huir de mí??Karen se dio vuelta con un suspiro- Boris.... que haces aquí??La alta figura del pelirrojo amo vampiro se erguía en medio de la calle. Allí estaba Boris, con su abrigo café, sus ojos oscuros e insondables, el ser que había transformado a Karen en un animal nocturno.- Vine a darle su merecido a mi querido rival, tu que crees??La vampiro entreabrió la boca en una mueca de sorpresa- Pues si, princesa. Mientras dormías, el día anterior a tu huida, te inyecté una dosis de ese veneno nuevo.... ya sabes, ese que no afecta a vampiros, solo a humanos. Y al pasarle tu sangre a esa escoria para convertirla en vampiro, pues...La verdad cayó con aplastante fuerza sobre los hombros de la mujer, quien, bajo su peso, cayó de rodillos. Sus ojos enrojecieron por las sanguinolentas lágrimas.- T- Tú... me engañaste... Querías que Matías muriera!!!- No lo niego. Eres mía princesa. Nunca debiste pensar en huir- ¡LO MATASTE!! ERES UN MALDITO, LO MATASTE!!! - No, princesa, no - la calma de su voz le hubiera helado la sangre a cualquiera, mortal o inmortal- Tu lo mataste!! Tú fuiste quien intentó convertirlo en vampiro!! Desde un principio ibas a matarlo!!- No!!- La vampiro avanzó hacia el con actitud amenazadora- Que te sirva de lección, princesa. Si vuelves a intentar huir de mis garras otra vez... aún está tu hijo FrancoKaren se quedó inmóvil al oír esas horribles palabras. Las rojas lágrimas recorrían su rostro, pero fue incapaz de articular un solo sonido. Boris se acercó a ella.- Así es, princesa. Sabes que mi sangre te domina. Sigue siendo sumisa, y te irá bien.Puso sus manos en sus hombros, lamió la sangre de sus lágrimas con su larga lengua.Ella no mostraba ninguna expresión en su rostro. Se dejó tocar, acariciar y besar por su sediento amo, sin oponer la más mínima resistencia.- Si, princesa, así. Sin barreras, sin nadie más.Boris movió su mano hacia abajo, abajo, y mas abajo, su cuello, sus senos, su cintura, acariciando, pellizcando, arañando.Pero cuando una de sus ardientes manos tocó su muslo, Karen hizo un rápido movimiento con la mano derecha.El malvado vampiro cayó de rodillas. Le mujer le había clavado una estaca en la espalda, a la altura del corazón.- Perra!!!- gimió en su agonía- Creí que estabas dominada!!- Mi odio por ti y mi amor por Matías es más fuerteY dicho esto, enterró aún más la estaca, que atravesó el tórax de Boris, quien, con un alarido, cayó al suelo.Karen observó la escena sin ninguna expresión. Después de unos segundos, dio media vuelta, y comenzó a caminar hacia las afueras. Al hacerlo, nuevas lágrimas rojas corrieron por sus mejillas. Su caminata, se volvió trote, y su trote carrera... solo quería escapar, nunca mirar atrás, huir, olvidar. Pero no podía olvidar. El pasado la había atado con cadenas irrompibles. Corrió sin rumbo, corrió por horas y horas, con la vista enrojecida por las lágrimas, hasta que, agotada, cayó al suelo. Siento el aroma de tierra mojada y hierba en su nariz.Se sentó a recuperar el aliento, más no la esperanza. Echó una mirada alrededor- Como llegue aquí??- se preguntóHace rato, en su carrera desenfrenada, había dejado la ciudad. Ahora estaba en una herbosa colina de las afueras.¨No importa a que lugar he llegado, ni en que lugar estoy. En ninguna está Matías¨La alarma del reloj de Karen sonó. Sin mirarlo, tomó el aparato, y lo lanzó contra una roca, que lo acalló definitivamente.- Así es mejor.Y volvió a hundirse en sus negros pensamientos¨Yo te abandoné una vez. Ahora tú me abandonaste. Tengo lo que merezco...¨¨Si no hubiéramos peleado esa mañana... si no hubiera sido atropellada... si no hubiera aceptado la oferta de Boris... si no hubiera huido de él... si no me hubiera reunido contigo... Si no te hubiera tratado de convertir en vampiro...¨Fueron muchos los momentos cruciales. Todos inevitables.Pero Matías, su lucero, el amor de su vida, estaba muerto. No había nada que hacer. Solo esperar. Esperar horas.Hasta que lo vio. Sus ojos le dolieron inmensamente al hacerlo, pero no le importó. Ya no importaba.Delante suyo nacía el sol, se proyectaba un magnifico amanecer, que bañaba la colina de fulgores dorados y verdes.Poco a poco, su cuerpo empezó a arder ¨Había olvidado lo hermoso que era¨Así vio su último amanecer, y el ocaso de su vida¨Como me gustaría que vieras esto conmigo¨Se desplomó, y ardiendo, murió por segunda vez...